NUESTRA HISTORIA...
Todo comenzó con un llamado de parte del Obispo de Santa Fe, Monseñor Juan Agustín Boneo. Dios es un mar infinito, surcado por innumerables velas. Hay cristianos que las arrían cuando se levanta el soplo divino…
“Quien no se lanza mar adentro, nada sabe del azul profundo del agua, ni del hervor de las aguas que bullen; nada sabe de las noches tranquilas cuando el navío avanza dejando una huella de silencio; nada sabe de la alegría de quedarse sin amarras , apoyado solo en Dios, más seguro que el mismo océano…”
Y sin duda aquellas diez primeras misioneras se lanzaron con la confianza de saberse en las manos del Padre Dios. Y es así que un 7 de Marzo de 1911, embarcaron en Francia, 10 Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora con destino a la Argentina.
He aquí sus nombres: Madre Benigna (española). Madre María de San Gabriel (española) su hermana de sangre. Madre María Sinforiana (francesa) .Hna. Adilia. Hna. María Verone. Hna. Angélica María. Hna. Alcinda. Hna. Olimpia. Hna. María de la Inmaculada Concepción y Hna. Silvia, todas portuguesas.
A las 13.30 hs, lentamente el buque se fue alejando del puerto y desde allí, contemplaban más y más esfumadas las playas de su suelo, pero en medio del natural dolor ¡qué alegría sentían al pensar que “más allá del océano” muchas personas las aguardaban deseosas de recibir de sus labios el mensaje de Jesús.
Navegaron día y noche… Despuntaba el día 27 de mayo de 1911 y las playas argentinas supieron de la llegada de 10 Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora, sin otro bagaje que el amor y la confianza de saberse en los brazos de un Padre Todopoderoso.
Aquel amanecer de la naturaleza fue como un símbolo de otro amanecer espiritual…. Amanecer de ilusiones y esperanzas…
Las hermanas fueron recibidas, en la ciudad de Rosario, por las Hermanas de la Santa Unión de los Sagrados Corazones, porque no tenían donde hospedarse. Allí quedaron hospedadas cinco de las hermanas, las otra cinco, fueron al Colegio “María Auxiliadora, donde las hermanas las recibieron con toda caridad y cariño. (De las Crónicas redactadas por las hermanas)
EL BARRIO REFINERÍA. ORÍGENES Y CARACTERÍSTICAS
A fin del siglo XIX y principios del XX comenzaron a llegar al país gran cantidad de inmigrantes de origen europeo que empezaron a poblar la ciudad portuaria de Rosario, modificaron costumbres, introdujeron ideologías nuevas y se integraron a la vida cotidiana de la ciudad. Uno de los barrios más poblados fue REFINERIA.
El nacimiento de nuestra Escuela tiene características sumamente austeras. En una primera etapa se pone en marcha la Escuela Primaria, que siguiendo los objetivos para los cuales fueron llamadas las hermanas, era para las hijas de obreros del lugar.
El día 2 de junio las hermanas: María Sinforiana, superiora, María de San Gabriel, Adilia, María Verone y Olimpia, entraron en una casa alquilada, ubicada en el Tiro Federal, donde los muebles eran pertenencia del obispado. Allí comenzaron su labor educativa y espiritual.
Pasado cierto tiempo con autorización del Sr. Obispo, el Padre Nicolás Grenon adquiere un terreno en Avenida Alberdi 348 construyéndose la Capilla y la Escuela Nuestra Señora de Guadalupe.
El 1° de enero de 1914 con tres hermanas más ingresan a su nueva casa. En el mes de marzo comenzaron las clases con una inscripción de 400 niñas. La enseñanza era gratuita. El Pre escolar, hoy ,salita de 5 años, era mixto. Las niñas vestían un delantal rosa y canasta rosa y los varones, celeste. Solamente esta etapa era mixta. Los padres dejaban a sus hijos, los cuales traían algo para el almuerzo: un huevo, pan, una fruta y las hermanas le daban la sopa, almorzaban en la escuela y por la tarde las retiraban.
Y así nació la Escuela Primaria, año a año se fueron cumpliendo los deseos de los padres de ver a sus hijos terminar este ciclo. Se formó la Asociación Cooperadora que apoyó y sostuvo con mucho amor y sacrificio esta misión.
El 12 de Julio de 1914 tuvo lugar tan feliz acontecimiento. La celebración estuvo a cargo de los Sacerdotes José Suárez y el Padre Nicolás Grenon. Sirvió de Parroquia por muchos años. Siendo la Virgen de Guadalupe Patrona de la Diócesis de Santa Fe, se puso bajo su advocación a la naciente Escuela. De esta manera comienza la historia de una Obra Educativa que, a corto plazo crecería con la labor perseverante de una comunidad que creció bajo la inspiración del Carisma de la Congregación de Hermanas Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora, quienes, siguiendo las huellas de Jesucristo, a la manera de San Francisco de Asís, hicieron posible que nuestra Escuela, llegara a tener significado trascendente en el populoso Barrio Arroyito, en la Zona Norte de Rosario.
La vida de las Hermanas, era muy austera, muy pobres, tan pobres que cuentan las crónicas de la época que muchas veces no tenían qué comer. Después de la muerte de una de ellas, Hna. María Angelina, el párroco, Padre Suárez, reunió un grupo de familias que ayudaron a sufragar los gastos del entierro y otras necesidades de las hermanas.
Escuela de Costura y bordado para señoritas
En julio de 1915, se inaugura un taller de Corte y Confección, lencería y bordado para las niñas que una vez terminada la primaria querían continuar en la escuela. Como buenas franciscanas el arte no podía faltar… Además las hermanas enseñaban piano, y este conservatorio dependía del Conservatorio Chopin de Rosario, donde todos los años se tomaban exámenes. También funcionaba los días sábados un taller de Dibujo y pintura dirigido por las Hermanas.
Escuela Secundaria
En 1958, mediante la adquisición de terrenos linderos, se amplía el edificio y comienza a funcionar el Ciclo Secundario, con la carrera de Maestra Normal Nacional (primera promoción 1962). En 1969 se da apertura a la carrera de Perito Mercantil que junto al Bachillerato Nacional, son las dos modalidades que se mantienen hasta la aparición de la Ley Federal. En la actualidad cuenta con dos modalidades: “Economía y Administración” y Ciencias Naturales”.
Y el Colegio antiguo comenzó a cambiar de fachada…
En 1960 comenzaron las obras de ampliación del Colegio, construcción de la nueva fachada. La Madre María Elena Sansierra, superiora Regional de ese entonces, quería que el Colegio tuviera el aspecto de una casa y con el buen gusto que tienen los artistas, lo logró ampliamente. Como en ese momento no había cuotas mensuales en el colegio, para poder llevar adelante toda esta construcción, se hizo una rifa que se llamó “Gran rifa para la historia” y que cada alumna tenía que vender. El alumnado, junto con las familias colaboraron ampliamente con esta iniciativa.
Un nuevo espacio para los actos y reuniones…
Todos los actos y fiesta se realizaban en el patio del Colegio que tenía un escenario. Hasta las graduaciones se hacían al aire libre…Claro, siempre dependiendo del clima, de si llovía o no… A partir del año 1967 se derrumbó la Capilla, que se trasladó a un salón de clase habilitado para tal función. En realidad allí todo estaba a mano, el Sagrario, la Virgen…Qué lugar tan pequeño, pero tan lleno de la presencia de AQUEL que llena todo el universo… En el espacio dejado por la antigua Capilla, se construyó un gran subsuelo que una vez terminado sirvió de salón de actos, de Capilla para todo el alumnado, para reuniones de padres, diríamos hoy un salón multiuso.
Una nueva Capilla… “mi alma canta la grandeza del Señor” (Lc 1,46)
Espíritu de la Institución Educativa:
EL Colegio, una familia, un espacio de encuentro y de formación para la misión
“Los que hayan enseñado la verdad y la justicia, brillarán como las estrellas en el firmamento” Dn. 12, 13
El 4 de Junio de 1911, Fiesta de Pentecostés, 5 Hermanas partieron a Totoras: Madre Benigna. Hna. María Alcinda. Hna. Ángela María. Hna. María de la Inmaculada Concepción y Hna. Silvia. El pueblo, el Cura Párroco y las autoridades las esperaban con gran júbilo .Las calles estaban adornadas con Banderas. En la Parroquia hubo Misa solemne y Te Deum, luego se dirigieron al local que serviría de Escuela.
La aurora es para el sembrador, alegría y vida, pero al mismo tiempo es invitación al trabajo. Y estas Franciscanas tomaron los instrumentos de la oración y de la confianza y marcharon presurosas a trabajar en el campo del Señor.
En tierra extraña, lejos de su Patria, muy pronto se adaptaron a las nuevas costumbres y en poco tiempo supieron captarse con su bondad y abnegación las simpatías de los que las rodeaban.
Cimentado por plegarias y sacrificios, la obra de la Escuela “San José”, se puso en marcha aquel día memorable para dar de beber a través del tiempo a miles de niños y jóvenes las aguas puras de le fe cristiana y el conocimientos de las ciencias humanas.
En ese devenir imparable del tiempo, las Hermanas fueron entregando la posta de sus vidas en una siembra fecunda de fe y esperanza. Fueron muchas… Dios las conoce y sus nombres están grabados para siempre en el libro de la vida.
Durante más de treinta años las Hermanas trabajaron sin descanso por la niñez de nuestro pueblo, sin recibir un centavo de aporte del Estado. Trabajaban sin sueldo. Las maestras eran todas hermanas y vivían de las limosnas, ayuda pecuniaria de los padres y pobladores, y también de las pensiones de los alumnos. Y la siembra sigue fiel a las enseñanzas de Jesús.
En la Parroquia impartían la catequesis a los niños, preparándolos para su primera comunión. Las Hermanas visitaban diariamente el Hospital del pueblo, acompañando, animando espiritualmente a los enfermos y a sus familias. Una Hermana que era enfermera prestaba su servicio
No la busques…Esta historia no está en el Evangelio, pero está llena de Evangelio…Es la historia de dos semillas que una mañana cualquiera se abandonaron en las manos del Sembrador…
¿Sus nombres? Hermana María Javier (María del Carmen y de la Encarnación Serrantes, 62 años, española) y hermana Guillermina (Emilia de Oliveira, 37 años, portuguesa)
Poco o casi nada sabemos de sus vidas antes que llegaran a Argentina. Ante la voz insistente que les decía: ¿“A quién enviaré?”, respondieron: “Envíame a mi”…(Isaías 7,8)
Generosamente dejaron su patria, España y Portugal y llegaron a Argentina en 1912. Ellas comenzaron su misión en el Hospital de Coronda, trabajando y sirviendo a sus hermanos como enfermeras.
Los años fueron pasando…Corría el año 1919… Una negra nube se cernió sobre la población de Totoras. Una terrible peste comenzó a azotar a este pueblo, haciendo grandes estragos. El panorama era tremendamente desolador. El hospital que todavía no había sido inaugurado, tuvo que ser habilitado para poder atender a los atacados del mal. Los cadáveres no podían ser velados ni llevados al cementerio por las calles del pueblo, por temor al contagio.
Ya eran tantas las victimas que iba cobrando la peste, que el único médico que había en el hospital, ya no podía bastarse a sí mismo. Es entonces que recurre a golpear las puertas del Colegio “San José”, de las Franciscanas Misioneras de Nuestra Señora, para pedir la ayuda de dos hermanas.
¿Quién ira? ¿Pedir o designar?… Y miles de preguntas y dudas se clavaron en el corazón de la buena hermana superiora. Ella recurrió a la oración…Luego reunió a sus hermanas y les expuso el pedido…Hubo un gran silencio…
“Si el grano de trigo cae en tierra y no muere…queda solo. Pero si muere…” (Jn 12,24)
Estas palabras de Jesús calaron profundo en el surco abierto de dos corazones inflamados de amor…¡Sí!…Nuevamente era la voz del Señor: ¿“A quién enviaré”?
Hermana María Javier: 62 años…Hermana Guillermina: 39 años…
Dos vidas y una única respuesta: ¡AQUÍ ESTAMOS, SEÑOR ¡ENVIANOS! Se ofrecieron voluntariamente, como se habían ofrecido todas las otras hermanas de la comunidad.
Se despidieron de sus hermanas, sabiendo que como medida de seguridad durante el tiempo que estarían sirviendo en el hospital no podrían volver a la comunidad.
El 20 de octubre de 1919, ingresaron al hospital, para cuidar a sus hermanos, aliviar su dolor, reconfortarlos y prepararlos para la partida a la Casa del Padre Dios.
El trabajo era arduo, agotador, día y noche y con la constante amenaza del contagio… A pesar de todo, iban y venían solicitas, curando a uno, consolando a otro, ayudando a todos a ofrecer los sufrimientos por Aquel que tanto sufrió pos nosotros.
Desde aquel día no volvieron a ver a ninguna de sus hermanas, había un muro interpuesto…
Así fueron pasando los días; la peste bubónica (transmitida por las ratas) segaba cada día más vidas… Y una mañana, María Javier se da cuenta de los signos inequívocos: está enferma. Se acuesta unos días y todavía convaleciente, se pone al trabajo nuevamente, para servir a Jesús en sus hermanos sufrientes y también a Guillermina que había contraído el terrible mal.
Débil, con fiebre, María Javier no se acobarda, hay una fuerza interior que la sostiene, la impulsa a visitar los enfermos, pasar las noches junto a los moribundos…
La hermana Guillermina, ya no puede recuperar sus fuerzas, agotada por la enfermedad, queda postrada, consumiéndose por la fiebre, lo mismo ocurre con la hermana María Javier pocos días más tarde.
En el despojo completo, pobres, lejos de sus hermanas, ofrecían sus vidas. Sabiendo la superiora el estado de sus hermanas, insiste una y otra vez para poder verlas, aun a riesgo de contraer el mal, hasta que después de muchas negativas, se le concede el pedido.
¡Qué encuentro aquel! Hubo pocas palabras…Es que en los momentos más grandes de la vida, el lenguaje más elocuente es el del silencio. Y hubo encuentro, que fue despedida.
-“Que no se preocupen las hermanas por nosotras…Nos vamos a la VIDA…Pronto terminará este mal. Hasta pronto…Hasta el cielo…Ahora más que nunca somos felices”…
Pasaron algunos días más…El sol caliente del verano cercano, había madurado ya las mieses y se acercaba la cosecha. Promeseras espigas, anunciaban la blanca harina para el Pan que sacia el hambre de los hombres…Espigas que luego se convertirían en una Hostia de Amor…
Si, Dios, Sol de AMOR, había madurado a estas dos hermanas, espigas colmadas de una vida entregada solo a EL y a los hermanos…Era la hora de la cosecha
El 13 de noviembre de 1919, mueren las dos con tres horas de diferencia…Y aquel atardecer, cuando el sol se escondió entre las nubes, tiñó el cielo del color de los mártires, color de amor…
Debido a las circunstancias y por prudencia, como ya dijimos al comenzar, los muertos no eran velados y se los llevaba al cementerio por una calle lejana a la población. Pero con ellas no ocurrió así.
El pueblo no lo quiso…Y es así que las calles se vieron llenas de pobladores que venían para dar la despedida a aquellas que habían hecho realidad las Palabras del Maestro: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. (Jn.15,13)
Y cuando se apagaron estas dos vida, se volvió a encender la luz de la esperanza…Las dos semillas murieron y comenzó a florecer la vida…María Javier y Guillermina habían ofrecido su vida para que acabe la peste. Efectivamente, fueron las dos últimas que murieron. Los enfermos fueron recuperándose poco a poco y la desolación fue algo que quedó en el pasado.
Y aquí viene el resumen de la historia: María Javier y Guillermina, tenían un barco y una red…de sueños, de ilusiones, de proyectos…pero un día Jesús paso a su lado y les dijo: “Dejen las redes y ahora van a pescar la humanidad… ¡Vengan conmigo” (Mt. 4, 19)”… Y ellas seducidas por la mirada y la voz del Maestro lo dejaron todo y siguieron sus huellas…
Desde aquel tiempo, todo el pueblo de Totoras les rinde homenaje como “las mártires de la caridad”.
Si quieres orar por la mediación de ellas, puedes rezar…
ORACIÓN:
Señor y Padre nuestro dador de todo bien, derrama
tus abundantes gracias sobre nosotros y sobre todos
los hombres, por los méritos de Jesús y por la generosa
entrega de las hermanas franciscanas
María Javier y Guillermina, Mártires de la caridad.
Ellas imitando a María, dieron su Sí total, sirviendo
al hermano enfermo de peste, hasta dar su propia vida.
Danos también a nosotros, generosidad en el servicio
a los hermanos y fidelidad a Ti en la misión que nos has confiado.
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